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Caridad

mise en scène Angélica Liddell

: Entrevista

¿Qué significa para usted trabajar y vivir?


Para mí trabajar no es producir, trabajar es consagrarse, es hacer del suicidio una fiesta. Trabajar es “ser”, es “amar”, es entregarse a algo mayor que tú, es estar al servicio de algo que trasciende a tus propias intenciones y a tus propias fuerzas. En cambio, vivir no significa nada para mí. Todo lo considero desde la perspecti- va de mi muerte. No sé vivir, no sé. Emocionalmente, en la vida, solo me identifico con los tarados, con los inadaptados, con los enfermos, con los rechazados, con los retrasados. Soy demasiado frágil para desenvolverme en un mundo de fieras, de adultos, de traiciones, de engaños, de fiesta, alcohol y diversión. Mi alma es de niña. Así que me aíslo. Cada vez que me asomo me dan una hostia, y vuelvo otra vez a la cueva. Necesito escribirlo todo, todo. Eso no es vivir.


Dice que fuera del escenario se siente imposibilitada para la vida. ¿Qué hace cuando no está sobre las tablas, cómo llena este espacio?


Por suerte encuentro alivio en la escritura, es una bendición para mí. Necesito mucha disciplina. Escribo todos los días. Pero nada sustituye al perímetro ritual de un escenario, al trance, la invoca- ción, la transfiguración, a ese entusiasmo, a esa iluminación, ese cuadro de tarantismo, esa picadura de araña que te obliga a un movimiento perpetuo.


¿Qué sensación tiene respecto a textos antiguos como Mi relación con la comida?


No me gustan. He retirado los derechos de casi todas mis obras.


¿Cuál considera que es su aportación?


Ninguna. En el teatro solo cuenta el instante. Esa epifanía fugaz. Ese cruce de voluntades entre el creador y el público, esa ceremo- nia. El resto no importa nada. En sus obras habla del miedo.


¿Cuál es su mayor temor?


Querer y no ser querida. Me aterroriza y me incapacita. Todos mis temores con respecto al amor se han cumplido con creces, me han roto el corazón, ya te digo que mi alma es de niña, soy muy ingenua, una cría, mi necesidad de cariño ha sido siempre brutal, de huérfana. Ahora solo quiero seguir trabajando y envejecer. Mi mayor miedo es la demencia, morirme sola y loca. Mediante la escritura intento transformar los miedos en algo bello, los arranco de mis entrañas y así puedo sobrevivir a ellos.


¿Qué artistas contemporáneos le remueven por dentro?


No busco lo contemporáneo, sino lo eterno. En mi testamento le he dejado mis escasos bienes a una pintura del Museo del Prado, Cristo sostenido por un ángel, de Antonello de Messina, así que imagínate. No distingo lo contemporáneo como tal, todo lo que me rodea en el tiempo es contemporáneo y eterno a la vez, in- cluido un Caravaggio o una entrevista de Rafael de Paula. Todo lo que fue rabioso en su tiempo lo sigue siendo ahora si lo escoges como contemporáneo. Me siento muy alejada de lo que se suele entender por contemporáneo. No me interesa. Pero por dar una respuesta más concreta, tengo entradas para escuchar a Trifonov. Ver interpretar a este hombre me rompe, me emociona, me ayuda a morir.


  • Fragmento de una entrevista publicada en El País. 13 de marzo de 2021. Autora: Almudena Ávalos
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